de La Sociedad de Clínicos de Cannabis (Society of Cannabis Clinicians)

En todo el mundo, la gente está recurriendo a la medicina vegetal. Algunos tienen que volver a conectarse con este conocimiento ya que se ha perdido. Y para otros, ha seguido siendo su forma de vida durante siglos. A pesar del creciente interés por el cannabis en todo el mundo, algunas personas ven limitada su capacidad para participar en la industria. De hecho, los que tienen algunos de los vínculos más fuertes con el conocimiento de la planta se están quedando fuera.

El doctor Yesid Ramírez es un bioquímico colombiano y doctor Magna Cum Laude en biología estructural y diseño de fármacos por la Universidad de Würzburg en Alemania. Desde 2012, ha investigado los productos naturales como agentes terapéuticos. Su trabajo también tiene un componente de justicia social. En un esfuerzo por incorporar a las comunidades indígenas en la industria del cannabis, Ramírez (miembro del capítulo LATAM de la SCC) creó un programa intensivo gratuito de un día de duración en la Universidad ICESI de Cali (Colombia) para miembros de comunidades indígenas históricamente discriminadas.

Gracias a sus vínculos ancestrales con las plantas medicinales y amplia experiencia en su cultivo, las comunidades indígenas son actores clave en el creciente desarrollo de la industria del cannabis en Colombia. El país tiene una ventaja competitiva única en la industria debido a sus suelos volcánicos y su clima isotérmico. El objetivo del seminario de Ramírez era proporcionar el marco científico que permitiera a las comunidades indígenas incorporarse al mercado del cannabis medicinal. Sarah Russo, directora creativa de la SCC, charló con el Dr. Ramírez después del evento. Recapitularon la importancia de la defensa de la justicia social, los aspectos más destacados del curso y las formas en que la comunidad internacional puede apoyar a los grupos indígenas en el espacio del cannabis.

Sarah Russo: ¿Cómo han sido discriminados los grupos indígenas en Colombia?

Dr. Yesid Ramirez: Nuestra historia comenzó con la colonización europea. Fue una campaña de espada y cruz. Hubo una constante diezmación de las culturas locales. Por ejemplo, se quemaron muchos lugares de culto de las comunidades indígenas. Y sobre ellos se construyeron iglesias. Por ejemplo, aquí en Cali la famosa iglesia de San Antonio, en el centro de la ciudad, fue en su día fue un santuario para el cacique Petecuy y su pueblo, quienes trataron de oponerse a los colonizadores españoles pero al final fueron desplazados. Desde entonces, la cultura está completamente fijada en los orígenes blancos y europeos de los españoles. Muchas de las familias que se apoderaron de la tierra descienden de los colonizadores españoles. Ahora gobiernan la economía aquí. Todavía existe la idea de que las comunidades indígenas son incultas y deben estar en la selva, lejos de las ciudades.

Ahora las comunidades indígenas están bastante aisladas. Tienen unos ingresos mucho más bajos porque viven separados de las ciudades. No tienen tanto acceso a la educación y a la sanidad. Por lo general, el gobierno no les presta atención. No tienen los mismos derechos, aunque sean colombianos. No tienen el mismo acceso a la educación y a la sanidad que los descendientes de los colonizadores. En la cultura, sigue existiendo el estigma de que ser indígena es malo. Esto fue especialmente visible durante las protestas del mes pasado. Hubo huelgas contra el gobierno aquí en Colombia. Las comunidades indígenas acudieron a las ciudades para apoyar a los estudiantes en las manifestaciones contra el gobierno. La gente de los barrios más ricos de Cali llegó con armas y empezó a disparar con la ayuda de la policía. Los estudiantes no eran considerados manifestantes, sino como vándalos. Decían que los indígenas apoyaban a los terroristas, etc. Muchos colombianos ricos con armas estaban en la calle disparando a la gente. Se restó importancia a la gravedad de la situación porque estaban matando a “vándalos” e indígenas. No hay ningún orgullo por nuestro patrimonio. Es todo lo contrario. Es bastante triste.

SR: ¿Tienes herencia indígena o sabes mucho sobre tus orígenes?

YR: En realidad, sí. Investigué la historia familiar de mi padre, quien es de un pueblo a las orillas del río Magdalena, en el departamento del Tolima. En esta zona vivía una tribu llamada los Pijao. Mi padre desciende de ellos. Como estudiante internacional en Alemania, siempre me fijaba en los estudiantes de Rumanía, República Checa y Alemania. Tenían su propia lengua. Tenían su propia cultura. Tenían una identidad que se remontaba a cientos de años atrás. Pero yo no sabía quién era mi pueblo ni cómo era.

A principios de este año, hice un viaje por el Valle del Magdalena, donde solían habitar estas comunidades indígenas. Fui a muchos sitios históricos. En algunos de los pueblos más pequeños, los niños eran exactamente iguales a la parte de la familia de mi padre. Me di cuenta de mis orígenes genéticos. Tienen la misma piel, orejas y pelo que mi padre, aunque él ya no tiene esta cultura. Hubo muchas cosas bonitas que encontré en este viaje que no deberían olvidarse. Hay una fuerte herencia para todos los colombianos más allá de nuestros orígenes españoles. Mi madre es de ascendencia española, así que soy una mezcla. Ambos forman parte de mí. Y no creo que sea correcto que en Colombia olvidemos una parte tan importante de nuestra herencia.

SR: ¿Cómo se ha dejado de lado a las comunidades indígenas de Colombia en la industria del cannabis?

YR: Cuando empezó la legislación sobre el cannabis, había muchas regulaciones. Hay que conseguir muchos permisos y pasar por muchos aros burocráticos. Eso es comprensible. El cannabis necesita una regulación rigurosa. Pero para cumplir con las Buenas Prácticas de Manufactura, se necesita mucha financiación. Básicamente, la industria del cannabis sólo está al alcance de la gente con dinero. Esto no sólo deja fuera a las comunidades indígenas, sino también a la mayoría de los colombianos que solo cuentan con modestos recursos. Creo que esta industria se beneficiará mucho si incorporamos a más partes de la sociedad, como los investigadores y las universidades. Las comunidades indígenas tienen el conocimiento práctico del cannabis y otras plantas. Los programas educativos no llegan a la comunidad indígena. Esta fue la principal motivación del seminario que hice. Se les niega el conocimiento y la educación, lo que hace imposible entrar en el negocio sin influencia política o tener mucho dinero. Deja fuera a todos los que no están dentro de este círculo de poder.

SR: Lo que usted ha descrito es también el caso de otros países y de los grupos históricamente discriminados que viven allí. Parece ser un tema común, por desgracia. Desde su punto de vista, ¿qué formas particulares aportan las comunidades indígenas al campo de la terapéutica del cannabis?

YR: La medicina se originó a través de la relación de los humanos con la naturaleza. Así fue como empezó todo. Hoy en día, tenemos formas muy sofisticadas de acercarnos a la naturaleza. Muchos profesionales de la salud han olvidado este conocimiento. En realidad, hay muchas cosas que descubrimos a través de la relación con la naturaleza, incluido el efecto séquito.

Las comunidades indígenas siguen teniendo una conexión con la naturaleza porque es su forma de vida. Puede que no tengan el conocimiento de la farmacología y de las interacciones con los receptores y las enzimas, pero saben qué plantas juntar para que tengan un efecto terapéutico. Deberíamos reconocerlo como un conocimiento válido. Su relación con las plantas es muy beneficiosa. Podemos intentar contextualizar sus prácticas en el marco de la medicina moderna. Podríamos analizar las especies vegetales que utilizan, qué compuestos tienen, y cómo interactúan entre sí. Por ejemplo, con la ayahuasca hay que mezclar dos plantas. Si usas sólo una de ellas, no funciona. Una de ellas, Psychotria viridis, es psicoactiva y contiene DMT. La otra, Banisteriopsis caapi, contiene β-carbolinas que inhiben la descomposición del DMT en el tracto intestinal y permite que llegue al sistema nervioso central. Los grupos indígenas no sabían nada de los efectos farmacológicos de estas plantas. Pero aun así, descubrieron hace cientos de años que, si las juntan, tendrán los efectos que tiene la ayahuasca.

Esto sucede con muchas de sus preparaciones. Los grupos indígenas crean medicinas a base de plantas que, según ellos, tratan muchas enfermedades. Si intentamos analizar algunas de ellas y ponerlas en el contexto de la medicina moderna, podríamos encontrar interacciones farmacológicas muy interesantes que no habríamos descubierto de otra manera. Los grupos indígenas tienen un conocimiento empírico muy fuerte que en muchos casos tiene algún significado en el contexto de la farmacología básica. Y como hemos abandonado esta forma empírica de hacer medicina, este es un conocimiento al que por definición ya no podemos acceder.

SR: Los descubrimientos científicos se utilizan a menudo para validar algunas de las propiedades curativas de la medicina vegetal utilizada por los grupos indígenas. ¿Cómo pueden los investigadores estar seguros de respetar y preservar sus derechos de uso de la medicina vegetal y no explotar su cultura? 

YR: Para preservar los derechos y los conocimientos originales de estas comunidades, hay que firmar previamente un acuerdo de reparto de beneficios en cumplimiento del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD). Esto garantiza que cualquier beneficio económico a partir de sus conocimientos se distribuirá adecuadamente.

SR: Recientemente, usted impartió un curso para las comunidades indígenas de Colombia con el fin de apoyar la educación sobre el cannabis. ¿En qué se centró este curso y cómo fue recibido por las personas que participaron?

YR: Empezamos con la historia y cómo el cannabis se ha utilizado como medicina en Asia durante milenios. Expliqué cómo las culturas antiguas, como los asirios y los sumerios, tenían relación con la planta. Hasta la primera mitad del siglo XX era completamente normal entrar en una farmacia y conseguir medicamentos a base de cannabis. Se trató el motivo por el que se ilegalizó y los intereses económicos en Estados Unidos en los años 30 que llevaron a la criminalización del cannabis y el cáñamo. El descubrimiento del THC cambió la perspectiva y el cannabis volvió a ser reconocido como medicina. Esto fue para destacar que la época de la prohibición es una excepción en la historia del cannabis, no la regla. A continuación, expliqué la ciencia básica y la farmacología de los cannabinoides y los terpenoides, qué actividades terapéuticas tienen y cómo interactúan entre sí. Luego pasamos al sistema endocannabinoide, centrándonos en los receptores CB1 y CB2, pero no con demasiado detalle. Pero sí les expliqué que había un sistema endocannabinoide en el que el cannabis actuaba y controlaba practicante todos los procesos fisiológicos de nuestro cuerpo. Los endocannabinoides forman parte de nosotros independientemente de la planta de cannabis. Así que el verdadero protagonista no es el cannabis en sí, sino nuestro propio sistema endocannabinoide.

Por su relación con la ayahuasca, les expliqué sobre el receptor 5HT2A donde actúa la DMT y cómo interactúa el receptor CB1 con este receptor psicodélico para que pudieran hacer la conexión. Y después discutimos los usos terapéuticos aceptados del cannabis. Compartí el informe de la Academia Nacional de Ciencias e Ingeniería y les conté las cuatro aplicaciones aceptadas del cannabis que tienen consenso científico. Les expliqué que empresas como GW Pharmaceuticals actualmente fabrican legalmente medicamentos a base de cannabis como Sativex, gracias a que tienen un sistema de gestión de calidad que garantiza la efectividad de sus medicinas y la seguridad de los pacientes.

Discutimos la importancia de la reproducibilidad para la seguridad y eficiencia de toda medicina. Compartí un caso real de una paciente que acudió a nosotros, que tenía hasta 10 ataques epilépticos al día. Los padres compraron una fórmula de cannabis a nivel local que se decía que era un predominante de CBD y pequeñas cantidades de THC. La paciente lo tomó y acabó siendo hospitalizada. Al analizar el producto por cromatografía liquida, descubrí que no había CBD, sólo THC. Así que les expliqué que, aunque el THC puede ser un medicamento en las dosis adecuadas, si pones en la etiqueta que tiene CBD, y no lo tiene, estás engañando al paciente. No es sólo hacer extracto de la planta, hay que prestar atención a la identidad y a la cantidad de los componentes farmacológicamente activos. Recibieron un ejemplo real de lo que ocurre cuando no se estandariza.

A los participantes del curso les gustó la discusión sobre la relación del cannabis con la ayahuasca, pero lo que más les gustó fue la parte práctica del seminario. Utilizamos un el equipo cromatografía liquida de alta presión (HPLC) para analizar una muestra de cannabis. Les mostré cómo el equipo analiza la muestra y cómo se interpreta un cromatograma para obtener información sobre la identidad y la cantidad de compuestos activos. Estaban muy contentos de usar sus batas de laboratorio. Hicieron muchas fotos y vídeos. También utilizamos un estereoscopio para visualizar los tricomas en una de flor de cannabis. Nunca habían hecho eso antes.

SR: Parece que tuvieron una experiencia completa. ¿Qué puede hacer la gente para apoyar los esfuerzos de los grupos indígenas colombianos en el panorama del cannabis medicinal?

YR: La principal responsabilidad, creo, recae en los colombianos. Deben votar con más sabiduría en el futuro. Tienen que prestar más atención, no sólo al presidente, sino también al congreso. Tenemos que ser más respetuosos con nuestro patrimonio. A nivel internacional, se podría crear una conciencia que destaque la importancia del conocimiento ancestral para este tipo de desarrollo. Deberían existir organizaciones que ayuden a reunir fondos para las empresas que son propiedad de los indígenas. Pero, de nuevo, la principal responsabilidad sigue siendo de los colombianos y de nuestro propio gobierno para abrir las mentes y aceptar finalmente nuestro patrimonio. Porque hay muchas cosas hermosas que se pueden aprovechar.

los fotos y vídeos son de: Victoria Roble

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